Autoridades políticas como presidentes comunlaes, alcaldes de centros poblados, distritales, provinciales y el Gobierno Regional no tienes palan para enfrentar la anemia y la desnutrición.
La región de Apurímac, una de las más empobrecidas y olvidadas del país, enfrenta una crisis humanitaria que amenaza con profundizarse aún más. Según el último informe del Índice Global del Hambre, Apurímac está al borde de ser catalogada como una región “alarmante” por sus elevados índices de desnutrición y anemia infantil. La situación es desesperante, especialmente para los niños, quienes sufren las consecuencias más graves de un sistema de salud y alimentación que no ha sido capaz de darles una respuesta adecuada.
Desnutrición y anemia: el rostro oculto del hambre
Casi la mitad de las regiones del Perú, entre ellas
Apurímac, se mantienen en una situación de hambre “grave” desde 2022, y el
panorama no ha mejorado en lo que va de 2023. Regiones como Pasco, Cusco,
Junín, Ucayali, Puno, Huánuco, Loreto, Ayacucho, y Huancavelica también figuran
en el listado de zonas con altos índices de inseguridad alimentaria. Sin
embargo, Apurímac se encuentra especialmente vulnerable, al punto de rozar la
categoría "alarmante" de desnutrición, una calificación que refleja
la magnitud de la crisis y las severas deficiencias estructurales en la
atención a la población.
El informe destaca que los indicadores de desnutrición
crónica infantil y anemia han alcanzado niveles preocupantes en Apurímac, a lo
que se suma un aumento de la mortalidad infantil. Este diagnóstico es el
resultado directo de un modelo de desarrollo fallido que ha dejado a las
generaciones más jóvenes a merced de la pobreza extrema, con acceso limitado a
una alimentación adecuada y a servicios de salud básicos.
El impacto de la crisis económica y climática
A la ya grave situación se suma la crisis económica y los
efectos del cambio climático, que han empeorado aún más el panorama. Jessica
Huamán, coordinadora nacional de la Plataforma de Seguridad Alimentaria, señala
que el aumento en los precios de los alimentos, sumado a fenómenos como las
sequías en Piura, ha generado un desabastecimiento de productos clave en muchas
regiones del país. Esto ha dejado a muchas familias sin opciones para cubrir
sus necesidades básicas de nutrición, lo que alimenta un círculo vicioso de
malnutrición.
El resultado es una situación de “triple carga de
malnutrición” que afecta a los niños: desnutrición crónica, anemia y,
paradójicamente, sobrepeso u obesidad, un fenómeno que refleja la falta de
acceso a alimentos frescos y nutritivos. Así, mientras muchos niños sufren las
consecuencias de la desnutrición, otros terminan lidiando con enfermedades
asociadas al consumo de alimentos ultra procesados y de baja calidad.
La negligencia política: la indiferencia que mata
Mientras la situación de hambre y malnutrición empeora en
Apurímac, las autoridades locales, los presidentes de comunidades, los alcaldes
de los centros poblados y los gobiernos regionales parecen estar más enfocados
en celebraciones, eventos festivos con artistas populares y la venta de licor
que en tomar acciones concretas para abordar la crisis alimentaria.
La inacción es escandalosa. A pesar de las repetidas alertas
de las organizaciones sociales y de la comunidad científica, las políticas
públicas siguen siendo insuficientes y mal implementadas. La falta de
respuestas efectivas y de coordinación entre los distintos niveles de gobierno
es patente, y la escasa preocupación por la situación real de los niños y las
familias más vulnerables es vergonzosa.
Una crisis de confianza: Qali Warma y la vergüenza
alimentaria
Si esto no fuera suficiente, el escándalo relacionado con el
programa Qali Warma —destinado a proporcionar alimentos a las escuelas
públicas— añade una capa de indignación. Recientemente se reveló que las
conservas distribuidas a los colegios, en lugar de carne de res, contenían
carne de caballo, un fraude alimentario que expone la negligencia y corrupción
en la distribución de alimentos destinados a los niños más pobres. Este
episodio no solo agrava la crisis alimentaria, sino que revela la incompetencia
y falta de ética de las autoridades encargadas de velar por la salud y el
bienestar de los estudiantes.
La denuncia sobre el mal estado y la mala calidad de los
alimentos distribuidos por Qali Warma deja claro que la crisis de desnutrición
infantil en Apurímac y en otras regiones no es solo un problema de recursos,
sino también de mala gestión, corrupción y falta de responsabilidad. ¿Cómo es
posible que, en pleno siglo XXI, los niños de Apurímac sigan siendo víctimas de
un sistema que no les garantiza ni lo más básico: acceso a alimentos saludables
y a una vida digna?
La urgencia de un cambio
Es hora de que las autoridades tomen conciencia de la
gravedad de la situación y asuman su responsabilidad. La crisis de hambre y
malnutrición en Apurímac exige medidas inmediatas y efectivas. No basta con
hacer diagnósticos; se necesita acción real: una mejor gestión de los recursos
públicos, políticas de nutrición y salud más eficientes, y sobre todo, una
verdadera inversión en el futuro de los niños de la región.
La indiferencia ante esta crisis no solo es inaceptable,
sino criminal. Mientras los índices de malnutrición y anemia siguen creciendo,
las promesas de cambio se siguen diluyendo entre discursos vacíos y fiestas
innecesarias. La situación en Apurímac, y en otras regiones olvidadas del país,
debe ser un llamado urgente a la acción. No hay más tiempo que perder.